viernes, 4 de mayo de 2012

Marcos sol y la pioja margarita



Marcos y Sol se quedan en casa

Mamá había sido categórica, con una cabeza como la de Marcos no se podía ir al cole. Aquello era una bomba de relojería. Iba a contagiar a todos los niños de su clase (si no lo había hecho ya) por no hablar del equipo de futbol que debía ser la locura. Mamá sabía que aquello era un boomerang, si Marcos iba a clase así, contagiaría a algún amigo y una vez Marcos estuviera limpio el compañero le volvería a contagiar a él ¡Había que cortar de raíz! Los niños se quedaban en casa y cuando mamá volviera de la oficina se encargaría del asunto.

Marcos estaba verdaderamente contrariado ¡él quería ir al cole!, no porque la clase de matemáticas fuera su mayor ilusión sino porque se perdería el entrenamiento de futbol y estaban en semifinales de la liga de colegios de la zona. Para Marcos aquello era vital, si faltaba al entrenamiento rompería la dinámica del equipo y además el entrenador pondría a Pepe “el tanque”, como sustituto. Marcos sabía que él era mucho más habilidoso que Pepe pero temía que un armario como su compañero le quitara el puesto. Esto no podía ser iría al colegio fuera como fuera.

La mañana empezó como todas las mañanas, los niños desperezándose en sus camas mientras el sonido de la ducha del baño de sus padres y el olor a café se extendía por la casa. Pero hoy papá no entro en la habitación metiendo prisa a los niños. Al revés, con una enorme sonrisa les dio un beso mientras desayunaba y les dijo que le daba mucha envidia que se quedaran en casa, que a él también le gustaría quedarse y no ir a trabajar. En ese momento sonó el timbre, era Marta, su cuidadora, Mamá la había llamado para que viniera por lo mañana y se encargara de los niños mientras ellos estaban trabajando.

Sol estaba contenta, tendría tiempo para pintar y disfrazarse. Marcos también lo estaba ¡tenía un plan! Tan pronto como papá y mamá salieran por la puerta se quitaría los piojos, mamá se pondría muy contenta al llegar a casa y seguro que le llevaba al entrenamiento. La noche anterior, fingiendo hacer un trabajo había buscado en internet soluciones caseras para los piojos y encontró un montón de entradas relativas al uso del vinagre. Parecía sencillo. 


Tan pronto como oyó la puerta cerrarse corrió a la cocina a por la botella de vinagre y se encerró con ella en baño. Al abrirla el olor le echó para atrás ¡Que asco! ¡Que mal huele! Pero estaba decidido ¡el animal de Pepe no le iba a quitar su puesto en el equipo! Así que se armó de valor y empezó a echarse vinagre por la cabeza. El olor era muy fuerte, y de pronto la cabeza empezó a picarle ¡esto no tenía buena pinta! El vinagre le corría por la cara y le entró en los ojos ¡que horror! El dolor era indescriptible ¡se estaba quedando ciego! No podía abrir los ojos, ¡Marta Marta! Empezó a gritar sin poder abrir los ojos. Marta llegó corriendo ¿Qué pasa Marcos? Abre la puerta del baño ¡No puedo estoy ciego! ¡Me arde la cara, la cabeza y los ojos! Marta se empezó a poner nerviosa ¿Pero que has hecho? ¿Cómo que estás ciego? Sí, contestó Marcos aullando, me ha entrado vinagre en los ojos y no puedo abrirlos además me arde todo Tranquilo contestó Marta lávate la cara y los ojos con mucha agua e intenta tranquilizarte, cuando te pase la quemazón me abres la puerta. Marcos hizo caso y sintió como el agua tibia calmaba sus ojos. Una vez pudo abrirlos, abrió la puerta del baño allí estaba Marta con cara de preocupación. A Marcos en aquel momento Marta le pareció lo más maravilloso que había visto nunca. Con los ojos llenos de lágrimas por el vinagre y el susto en el corazón se abrazó a Marta y lloró desconsoladamente durante un buen rato.

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